Sí, he estado pasando un tiempo fuera.
Quería volver, pero miles de obsesiones en mi cabeza era como gotas de alcohol en un incendio hecho para corroer hasta el más mínimo asomo de cordura. Quería prenderme fuego. Que cualquier motivo fuera el que me dejara explotar de una vez por todas. Entonces, sucedieron varias cosas. Quería vivir más libre, ya sabes, el pasado que tiene que morir. Tuve una especie de muerte pacífica. Rompí mi corazón hasta decir que ya no podía seguir viviendo de esa manera. De adentro hacia afuera. Seguir recordando donde todavía duele donde no estás. No fue como un mátame. mátame ya, pero sí, me sigue pisando los talones, diciendo: no, espera todavía no, aún queda y bastante.
No es placentero. No lo es. A veces, no sabes qué esperar.
No quiero hablar de ese día cuando casi acabo con todo. Se me había terminado todo y casi no tuve tiempo de racionalizar el por qué, pero estoy cansadx que me afecte tanto.
Todo soldado elige sus batallas.
Yo no sé pelear. Sólo sé defenderme y decir cuando algo es mío y cuando no. Y cuando no dudas de que algo es tuyo, es cuando comienza a perseguirte el pulso de muerte.
Volverá... créeme.
En fin, estaba tranquilamente ocupándome de mi soledad, hasta que... joder, ah sí, las exigencias. Ver que el tiempo es escaso, es como un golpe directo a mi trabajo metódico, intentado ver frutos que efectivamente, descuidé. Ganas de tirar todo a la chingada. Gritar a la gente y sacudir la jaula que escapé, o que más bien, no me volví a meter ya más nunca. Después, vaya, admito que soy parte del problema. Soy un jodidx outsider. La expulsión es algo que me acostumbré y ahora sólo estoy practicando las piruetas sobre la tabla de surf de las envidias ajenas, ¿y qué culpa tengo yo? El no permitir que los demás cumplan sus expectativas conmigo se volvió ley, tanto así que la risa se asoma sola, así que, voltéate para que pueda reírme en tu cara.
Hace tiempo, antes que pudiera darme cuenta, dejé de esperar empatía. La compasión da asco. Fue suficiente. No quiero recordarlo. Dejé de volverme una ameba sin forma para conformar a quienes viven de ego a costa de mi felicidad.
¿Hasta cuándo? ¿Qué quiero? ¿Dónde quedaron mis sueños? ¿Quién me envió a reencarnar en este mundo?
Estoy tratando de controlarme. Debería estar tranquilo. Oh, gracias a Dios que tengo la escritura. Volví a perder mi centro. Previamente, me dejé arrastrar a las garras de la locura. Me volqué de lleno hacia una cosa... que realmente me cuesta aún ponerle nombre.
Está dentro mío. Vive en mí. Lo oigo respirar. Hablar. Golpear. Implorar. Pidiendo mi atención, que en varias ocasiones me prometí no volver a darle, diciendo: no te mereces esto, pero me demostró otra versión de la historia. Sé que con eso me estaba diciendo "yo no soy lo que tú piensas, por favor perdóname". Ah, sí, lo sé, nene. Lo sé. Pero por favor, entiéndeme. Mi hambre de amor es mucho más que un instinto de carencia que llueve directo en mi infancia. Parece gratuito, pero viene en mí y no sé si llegará el momento cuando finalmente te lo dé todo.
Yo no tenía hambre, pero sí quería entender el porqué de aquellas vacilaciones. He leído e investigado, y es terrible saber, la incertidumbre que conlleva todo esto. Quién te ama, lo hará con todo y heridas, cuya pregunta que siempre me lastima es: ¿se quedará?
No lo soporto más. No voy a pelear contra el deseo hasta que un día me demuestres que mi lealtad hacia a ti no vale nada. Hasta ver que hayas dejado la auto-indulgencia como forma de vida. Quisiera verte morir como yo lo hice para saber que has renacido.
¿Sabes lo mucho que deseo perderme en esto y ser completamente tuyx?
¿Qué estoy diciendo?
Tengo miedo. Pero ese miedo no es tan grande como lo que está aquí dentro mío. Eso que te pertenece.
Te busqué durante años. Fue mi sueño desde que tengo uso de razón. Soy capaz de perderla, siendo derrotado por el llamado de mi alma que reconoce la tuya tan jodidamente profunda. Gritarte la falta de dudas que tuve cuando te conocí, los poemas que te dediqué, decirte lo mucho que tus palabras parecen las mías, tus silencios que llenan mis días de caos, que podría pasar horas comparando mi poesía con la tuya. Sin embargo, mis consejerxs internos me retienen: no, aún no es el momento; mira cómo están las cosas; piensa con la cabeza, no con el corazón; no está listo.
Pues más vale que lo estés.
Y si no es así, entonces, te enviaré todos mis demonios, y créeme, no son bonitos.
Lo sé. Es injusto de esta manera.
Siendo malvados uno con el otro.
Sé que hay algo allá arriba que está empujando las cosas y quieres que suceda.
Si puedes hacerlo mal, quiere decir que puedes hacerlo bien, porque eso significa que puedes hacerlo.
Sin embargo, estoy aquí.
Inmortalizando.
Suponiendo.
Analizando.
Fingiendo.